por Juan Escobar
¿Incorporarnos al mundo? Por supuesto. ¿A cualquier costo? De ninguna manera. De eso ya tenemos experiencia. Ya sabemos que el libre comercio reparte la libertad de una forma muy particular: ellos son libres de vendernos lo que quieran y nosotros somos libres para comprar lo que nos ofrecen. Y en este esquema queda claro hacia donde se va la plata.
La integración continental por el lado del libre comercio no sería otra cosa que la incorporación del conjunto de los países a un masivo campo de concentración económica, como etapa superadora de los campos que instaló el neoliberalismo reciente en cada país. Los argumentos son prácticamente los mismos que se usaron para incorporarnos al nuevo orden mundial de la globalización regida por el poder económico transnacional. Sus defensores locales son prácticamente los mismos abanderados de la apertura al mundo que dejó a la Argentina con la mitad de la población en la pobreza. Los resultados, por lo tanto, nos resultan previsibles, así como sus alcances potenciales de agravamiento de los problemas actuales. Lo que nos plantean es la secuela de una película de terror, que por definición, siempre es más terrible que la anterior.
Frente a este panorama, la decisión argentina de reafirmar el Mercosur como base de nuestro proyecto de integración regional, es coherente con una vocación de unión sudamericana, que se expresa a lo largo de nuestra experiencia histórica de luchas por la autodeterminación nacional. Que es parte de nuestra identidad colectiva. Donde puede cifrarse un destino de grandeza en común. Pero que en primera instancia significa nuestra única alternativa de supervivencia colectiva, en la medida que se asuma como proyecto y avance en su realización. El Mercosur implica un núcleo de integración en Sudamerica que, a partir de la incorporación de Venezuela, inicia una nueva etapa. Un avance, un paso más en el largo camino de integración que nos resta recorrer.
Hoy los argentinos recuperamos al Estado Nacional como base de realización de un proyecto nacional alineado con la integración latinoamericana. Un proyecto nacional que avanza con el liderazgo del estado nacional que ha vuelto ha representar a las mayorías populares. Un proyecto nacional que transita el camino de la integración en lo externo en el sentido del espacio abierto con el Mercosur, y en lo interno la recuperación del tejido social, fragmentado por la exclusión que provocó la concentración económica de las últimas décadas. Porque, como la caridad, la integración bien entendida empieza por casa.
El país integrado que se propone reconstruir el proyecto nacional en marcha precisa consolidarse en su base territorial que constituye el ámbito local. El lugar donde vive la gente, construye su pertenencia y desarrolla su convivencia cotidiana. Que es el lugar donde se atienden las necesidades de la población y que es justamente donde se expresan las carencias más urgentes.
Para que el proyecto nacional en curso se consolide, debe impregnar capilarmente el cuerpo social. Debe manifestarse en reformas institucionales del estado local para adecuarlo a las exigencias del presente y canalizar la participación social en el sentido del bien común.
Es por eso necesario avanzar en el sentido de un modelo de desarrollo local con justicia social, con un criterio de inclusión universal a través del pleno empleo que, abordando el municipio como unidad macroeconómica, reconstruya los mercados de trabajo locales arrasados por la globalización compulsiva, organizando los recursos propios (tanto los materiales como los intangibles) e incrementando activamente las capacidades productivas de la población, con instituciones políticas y económicas adecuadas para impulsar una mejora continua de la calidad de vida del conjunto social.
El municipio es la unidad organizativa de nuestro sistema político, pero también es la base de realización de la comunidad entendida como forma de integración social sustentable. La comunidad local, que a su vez se inserta en sucesivas instancias de integración, provinciales y regionales, cuya articulación progresiva es la tarea que tenemos colectivamente por delante.
Estamos transitando el camino de la integración, con las dificultades propias de lo que han hecho de nosotros, pero con la voluntad de volver a ser el país que nos debemos. Para contribuir a la unidad latinoamericana que es nuestro destino común. Para hacer frente a los desafíos, riesgos y oportunidades que plantea el mundo de hoy y devolverle la felicidad a nuestros pueblos.
(Noviembre de 2005)
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