miércoles, 11 de julio de 2007

El pasado contraataca.

por Juan Escobar




Es previsible que en estos tiempos preelectorales arrecien los ataques contra el modelo de recuperación que viene desarrollándose desde mayo del 2003. Lo que está en juego es la continuidad y consolidación de un país decidido a ser Nación frente a los embates de quienes encarnan a un modelo que arruinó al país y no se resigna a quedar en el pasado.


También es previsible que esta lucha contra la recuperación del Estado nacional se plantee en el seno de la opinión pública, donde se viene verificando un respaldo significativo a la acción presidencial. Por hechos concretos más que por los “deseos imaginarios” que le atribuye la oposición, que se refiere al presidente como si fuera un político más para desmerecer al Estado mismo, a partir de su gobierno actual.


Porque si se ataca el estilo presidencial es para encubrir el cuestionamiento a la recuperación del Estado como eje de la política. En definitiva, el cuestionamiento a un Estado que dejó de ser el complemento facilitador de imposiciones ajenas y contradictorias a los intereses de las mayorías, para asumir la representación que le es inherente.


La oposición niega el principio de unidad del Estado nacional, obviando hasta méritos insoslayables como el comienzo de la recuperación de la justicia argentina a partir de una Corte Suprema verdaderamente independiente. Como si eso no fuera consecuencia de una clara decisión política. No. En cambio se redefine maliciosamente la independencia de los poderes en clave de un autismo irreductible, que condenaría al ejecutivo, el legislativo y el judicial a la incomunicación en compartimentos estancos, con la única relación posible de vigilarse los unos a los otros.


Confundiendo iniciativa política con intervención, la oposición pretende arrinconar al Poder Ejecutivo a la inacción, desconociendo el rol político que le corresponde en la dinámica del Estado. Un rol institucional que la actual gestión ha recuperado como liderazgo. Porque cuando lo que necesita el país es un cambio, la representación de la demanda social le concierne justamente al poder político, para asumir de manera consecuente la iniciativa de ese cambio en el sentido de salvaguardar los intereses del país, que es decir del conjunto social, de la sociedad en su conjunto.


Las demandas de la oposición pretenden un Poder Ejecutivo dócil a sus presiones, sin opinión ni convicciones propias. Un Estado ausente, prescindible, restringido. Para discontinuar la recuperación del país y facilitar el regreso del modelo que los argentinos dieron por terminado en diciembre de 2001.



La contradicción fundamental
Por eso es ineludible reconocer la contradicción fundamental, en esta coyuntura se vincula con las recuperaciones en curso. Como decían, justamente, en el documento titulado “La contradicción fundamental”, los jóvenes radicales reunidos en Setúbal hace ya una punta de años:


“La lucha que por años protagonizaron peronistas y radicales, por ejemplo, con tener sus justificativos parciales (contradicción secundaria), perdió de vista que por sobre ella debía existir una coincidencia fundamental entre ambos en cuanto a las pautas fundamentales del país que necesitamos. Esta afirmación no implica distribuir culpas sino hacer experiencia histórica, comprendiendo los errores que el campo popular cometió al antagonizar sus enfrentamientos intestinos. Ello dividió fuertemente al pueblo, a sus conducciones políticas, a sus clases sociales, y permitió que sobre ésta división cabalgaran quienes tenían intereses contrapuestos a los intereses de la mayoría de los Argentinos representados por el peronismo y el radicalismo.”


Reconociendo que la contradicción fundamental se plantea entre la construcción del bien común del conjunto nacional y la vuelta a un pasado que continúa acechando. Así es como el mejor radicalismo confluye en el proyecto de recuperación de lo público, sumando sus esfuerzos a la reconstrucción del Estado democrático en nuestro país.


Aquel pasado que quiere volver, por el contrario, se presenta fragmentado y con ganas de juntarse. Aunque no siempre es evidente, como señalan los violentos apartamientos que tienen lugar cuando alguno de los aliados parece caer en desgracia. Como el “tomar distancia” de Macri con Sosbich, a pesar de compartir los mismos criterios en seguridad, hasta el punto de tener los mismos asesores.


La alternativa de la reacción comprende entre otras sutilezas el Estado verdugo “hasta las últimas consecuencias” de Sobisch, garantizando la libertad de circulación para los cortejos fúnebres; el contrato moral intolerante de Carrió que busca suprimir el debate de ideas para instaurar un orden supuestamente celestial y presumiblemente inquisitorial entre nosotros; la im-postura intelectual de Mariano Grondona y su producción de falacias berretas para solaz de los vestigios de una oligarquía desfasada y retrógrada; el liberalismo rabioso de López Murphy; la futbolización antipolítica que propone Macri como modelo de sociedad. Gente que no, gente de Pro. Blandiendo el estandarte del viejo modelo caracterizado por la conditio sine qua non de que sólo cierra con represión.


Todos ellos siempre fuera de sí, siempre a la derecha de sí mismos. Todos ellos exponentes parciales del régimen de sumisión de la política a la economía que se derrumbó en diciembre del 2001. Pero la interna del Partido de la Concentración Económica recién empieza. Habrá que ver en qué deriva tras concluir su proceso de reorganización y quién sigue en carrera para entonces.



Los fulgores del simulacro
Un amigo psicólogo solía hacer la misma broma al llegar: “Así los quería agarrar”, decía. “Hablando mal de mí, diciendo que soy un paranoico”. Tenía un socio abogado y decía que eran el complemento perfecto. Porque mientras uno de ellos no podía salir a la calle sin asistencia legal, el otro no podía hacerlo sin asistencia psicológica.


“Así los quería agarrar”, parece ser la actitud permanente de Elisa Carrió. Encontrando confirmación a su presunción-de-saber en cualquier dato que le devuelva la realidad, cualquier respuesta es útil para ratificar sus sospechas y justificar sus actos. Si sigue así parece ir camino a convertirse en una mala remake del personaje de Bette Davis en el clásico film “Qué fue de Baby Jane”. Algo de lo que sus seguidores paulatinamente vienen tomando conciencia, emprendiendo una no siempre sigilosa retirada.


Como Juana de Arco ha dado muestras de escuchar voces que le confirman las certezas de este nuevo episodio de su Cruzada. Contra toda evidencia, razón por la cual sus certezas suelen derivar invariablemente en la nada. Como diría el amigo del comienzo, trabaja a pura proyección. No quiere saber nada, porque cree saberlo todo. Porque su base es la presunción-de-saber y no la voluntad-de-saber a la que situaba Foucault motorizando la existencia humana. En el discurso paranoico, si la realidad no se alinea con la sospecha, peor para ella. La realidad será entonces objeto central de su intolerancia.


Pero el discurso paranoico no necesariamente es manifestación de una patología; también, como en este caso, puede tratarse de una opción ideológica y parte de una estrategia política. Simulación de la locura para provocar en el otro la incorrección política del señalamiento y así victimizarse. Efectos especiales, cartón pintado, mera teatralización. Como en una película de Almodóvar, lo suyo es puro teatro (…falsedad bien ensayada / estudiado simulacro…). Mesianismo de kermesse, profecías de cotillón, egolatría y sugestión. Guiños. Señales equívocas. Interpretaciones abusivas. Figurarse artista. Dejarse comer por la voracidad del personaje. Mandarse la parte. Crear atmósferas de sospecha, misterio, predecir el futuro. Dramatizar. Sobreactuar. Las licencias poéticas de Carrió.


En su verborragia, Carrió se constituye en una cantera inagotable, inabarcable, de sinsentido. Esto es, producción de signos sin su referencia correlativa en la realidad. Se nos presenta así como un exponente delirante de la política-ficción, de una virtualización pretendidamente virtuosa, ajena a la realidad de las personas de carne y hueso. Extraviada en el campo simbólico.


Carrió parece considerar que los resultados de las elecciones son algo así como un ticket de descuento sin fecha de vencimiento. Siempre queriendo sorprender y haciendo cada vez menos gracia, Carrió no se privó de confesar: “yo nunca fui de centro izquierda”. Una cuestión que no toma en cuenta es que gran parte de la gente que la votó en las últimas elecciones, esa que la dejó en el segundo lugar en la Ciudad, creía que sí. Pero nada de centro izquierda. Una cristiana radical, siempre con aires de dama de beneficencia y vocación de estar, orgullosamente, más cerca al imaginario de Victoria Ocampo que al de Eva Perón.


Con arrogancia de patovica en la puerta del boliche, decidiendo arbitrariamente quién entra y quién no, como si fuera su fiesta de cumpleaños, Carrió se planta en la mesa de admisión de su creación virtual más reciente, la Coalición Cívica Residual. Hecha de retazos, con integrantes de insalvable segunda selección, sacada de la mesa de saldos por final de temporada preelectoral, la Coalición Cívica Residual se plantea como el Arca de Noé de todos los naufragios y última balsa de todo aquel que se quedó boyando.


Las preferencias de Carrió parecen ser oscuras de tan evidentes. Olivera es una de las personas más maravillosas que dice haber conocido y es su garantía conspirativa en la fórmula que lo lleva como vice jefe de gobierno, justamente porque es el segundo en la línea sucesoria. Olivera, qué duda cabe, es uno de los más claros exponentes de lo más conservador del radicalismo. Además, casualmente, al único que considera decente del ala derecha del Partido de la Concentración Económica siempre a punto de estallar, es Ricardo (por Balbín) Hipólito (por Yrigoyen) López Murphy, con quien comparte también esa extracción común. Hasta Nicolás Gallo se siente atrapado “intelectual y emocionalmente” por la mujer que supo calificarlo como “recaudador del delarruismo”, es decir el mismo espacio del que formaba parte Olivera. Será porque su hijo, también Nicolás, forma parte de la mesa de juventud de la Coalición.


Y cuando parecía que no faltaba nadie, llegó Nito Artaza (¿imitando a De la Rúa?) y llamó a sus correligionarios a sumarse a la CC de Carrió, convocando a los que “no estén de acuerdo con Jesús Rodríguez, ni Coti Nosiglia, en acompañar ni a Macri ni a Lavagna ni a Telerman”, curiosamente tras haberse formalizado el acuerdo en la Ciudad. Si bien es cierto que todos tenemos nuestro corazoncito y es lícito que se vuelva siempre al primer amor, la Coalición Cívica Residual, parece adolecer de un cierto radicalismo tácito, por no decir vergonzante. Al parecer se trata de un amor que, como diría Oscar Wilde, no se atreve a decir su nombre.


Pero tampoco parece ser esa condición suficiente. En su axiomática arbitraria, la otra condición necesaria es la de subordinarse, reconociéndola como única representante de Dios sobre la tierra. Lo que podría, de alguna manera ser algo más que un chiste. Por esta razón, Ricardo López no clasifica hasta el momento entre los apóstoles imaginarios, reclutados de manera recurrente en la mesa de saldos de la política. Igualmente es de esperar que continúe reclutando figuras menores con ambiciones personales insatisfechas.


Una mesa de saldos a la que recurrió incluso para el diseño de marca, aunque en realidad se trataría de un plagio más que de una adquisición. Dejemos hablar a la Wikipedia: “The O.C., es una serie de televisión estadounidense, producida por la cadena FOX y emitida en diferentes partes del mundo. La serie narra la historia de un grupo de jóvenes y sus familias en el rico condado de Orange (Orange County en inglés, de donde procede la abreviación que da nombre a la serie). La serie, creada por Josh Schwartz, ha destacado por su mezcla de comedia, humor espontáneo, drama juvenil y música contemporánea.” El diseño de marca de esta serie consiste en grandes iniciales, más que juntas, pegadas entre sí. Un parecido más que llamativo con el isologotipo de la Coalición Cívica. Será que si hablamos de Carrió, cualquier semejanza con la ficción, es pura realidad.




Publicado en la Revista Actitud Nro. 17 (Mayo 2007)





No hay comentarios: