lunes, 29 de octubre de 2007
La Argentina que falta.
por Juan Escobar
1. Perogrulladas.Pero Grullo es un famoso personaje folklórico español del siglo XV que “gustaba de repetir verdades de todos sabidas y sentencias que de tan evidentes no precisaban ser dichas”. De allí la expresión “verdades de Perogrullo” para referirse a las obviedades, los hechos simples que no requieren mayor esfuerzo de comprensión. “La tradición popular española atribuye a este personaje real o imaginario máximas y verdades tan evidentes por sí mismas que pasaron a llamarse perogrulladas”. Lo obvio, lo que por evidente pasa inadvertido, ¿tendrá esto algo que ver con el coeficiente de Gini?Para el ciudadano común, el coeficiente de Gini puede ser una forma esquemática de medir el nivel de justicia social de la sociedad en la que se integra, de ponerle un número, de cuantificarlo para observar cómo varía en el tiempo, y tener una idea clara de cómo van las cosas en los hechos. Porque el coeficiente de Gini mide el grado de equidad de la distribución del ingreso y, como diría Pero Grullo, cuando hablamos de justicia social estamos hablando de justicia distributiva.
Bernardo Kliksberg se ha referido recientemente a la incidencia que tiene el crecimiento económico y la distribución del ingreso con respecto a la disminución de la pobreza “El crecimiento del PBI incide en la pobreza, -decía Kliksberg- pero de forma muy limitada si persisten grandes desigualdades. La desigualdad permea todo. En cambio, una mejora en los índices de desigualdad, aunque sea leve, tiene un enorme impacto sobre la pobreza, mucho más que el crecimiento.”
Los años 90’ corrigieron el curioso error de traducción que había interpretado como “derrame” lo que en el original en inglés era “goteo”. Se trata de aquella fábula según la cual el mero crecimiento económico –sobre la base material implícita de mercados altamente imperfectos– generaría el efecto derrame sobre el conjunto de la sociedad, que convertiría a todos en beneficiarios de ese crecimiento, generando una redistribución automática como consecuencia mágica de la mano invisible del supuesto Mercado Benefactor. En los hechos, lo que se concretó por esa vía fue una concentración salvaje del poder económico, con resultados sociales catastróficos. El derrame no había llegado a goteo y terminó desertizando la sociedad. Quedó claro: si se lo deja, el mercado corrige la distribución del ingreso en el sentido de una mayor desigualdad. Si por el contrario, la distribución del ingreso se corrige en el sentido de una mayor equidad, de un avance en el sentido de una mayor justicia social, esto no puede ser sino consecuencia de la acción estatal. De la gestión a cargo del Estado. Lo que es decir, del gobierno. ¿No?
El coeficiente de Gini varía entre cero y uno. Mide “cero” en un contexto de distribución completamente igualitaria o uniforme de los ingresos. Mide “uno” en un contexto de distribución con inequidad extrema, “donde todas las personas tienen ingreso 0 y una sola persona se lleva el total del mismo”.
Pues bien, el coeficiente de Gini viene experimentando un descenso marcado a lo largo de estos últimos cuatro años, recuperando el nivel de hace diez, con la diferencia que por entonces la tendencia era hacia una creciente desigualdad. En el último año, asimismo, continuó disminuyendo la brecha entre el 10% de la población con mayores ingresos y el 10% con menores ingresos. Hace un año, el 10% más rico recibía 36 veces lo que recibía el 10% más pobre. Actualmente, la brecha es de 30 veces. En el tercer trimestre del 2003, cabe recordarlo, era de 56 veces.
Pero Grullo diría que si disminuyó la desigualdad, es porque hay más igualdad. Lo que es decir que la actual gestión presidencial se orientó claramente en el sentido de la justicia social, mejorando efectivamente la distribución del ingreso.
El coeficiente de Gini refiere directamente al país real. A la situación de las personas de carne y hueso que lo habitan. A la inclusión social, a un mejoramiento en la atención de las necesidades sociales. Y por lo tanto refiere a los intereses de esas personas, ciudadanos comunes, que votan.
El país real, con personas que tienen necesidades concretas, donde la calidad de vida de las mayorías ha mejorado paulatinamente. La gestión presidencial viene sacando algo más que la punta del Titanic. Y no hay que olvidar que es más fácil hundir un país que reflotarlo. Con todo, necesitaron ese cuarto de siglo –el que va del inicio de la última dictadura al estallido de la Alianza en 2001- para que la Argentina quedara casi completamente bajo la línea de flotación. Pero a partir de 2003 las tendencias cambiaron por decisión política del Estado nacional y la Argentina comenzó a recuperarse. Hoy, en esta situación, la opinión pública reflejada por la comunicación masiva, se divide entre los que quieren sacarlo a flote del todo y los que plantean enfilar al iceberg más cercano. En una emergencia sanitaria, posiblemente la opinión pública se dividiría a favor o en contra de los médicos a cargo.
Hay un país virtual y un país real. En rigor, un mismo país que se refleja en el espejo distorsivo de la opinión pública, siempre sponsoreada por el poder económico, cuya perpetuación no es imaginaria y sin embargo suele ser invariablemente eludida por la comunicación masiva.
El coeficiente de Gini no ha recibido cuestionamientos ni ha tenido repercusión en la opinión pública, más allá de algún suelto periodístico. No es motivo de debates. No es noticia. Por lo mismo que la oposición no habla del coeficiente de Gini. Porque no sirve para denostar al gobierno. La Argentina, como conjunto social, está más integrada que hace cuatro años. Y es un mérito innegable de la gestión presidencial de Néstor Kirchner. Un verdadero escándalo, que por innegable pasa a ser irrelevante para la tapa de los diarios.
Aún en el caso de que –contra toda evidencia– le demos la derecha a los agentes del mercado que ningunean las recuperaciones de la actual gestión presidencial, que atribuyen el crecimiento económico a condiciones climáticas o ambientales y no reconocen mérito alguno en el gobierno; aún aceptando que pueda no haber tenido ninguna incidencia la acción del Estado en la recuperación económica, la evolución del coeficiente de Gini nos dice algo distinto respecto de la disminución de la desigualdad social, que tal como ha demostrado la realidad, no puede decirse que sea un efecto de mercado, sino más bien el resultado de una participación activa del Estado democrático en el sentido de la inclusión social en el marco de un Proyecto Nacional orientado efectivamente a una integración progresiva del conjunto social.
La inclusión social es básicamente acceso sustentable a los mercados de consumo y de trabajo. A mayor inclusión social, más personas con acceso al mercado interno. Pero el mercado interno carece de las proporciones necesarias para atender las necesidades de la población, sencillamente porque es un mercado diseñado para una Argentina con un reducido sector de incluidos. Es el mercado interno del modelo anterior. Un mercado explícitamente para pocos. Es decir, que no está preparado para un nivel creciente de demanda, efecto natural de la implementación de un modelo de inclusión universal de avance paulatino como el actualmente en vigencia.
Un mercado interno manejado por pocos. Compuesto por mercados altamente concentrados, oligopólicos en el mejor de los casos. Con servicios públicos convertidos en los peores mercados imaginables, a veces verdaderas pesadillas para los usuarios. Con mercados de consumo que están globalizados desde la gestión de Martínez de Hoz, el padre de la concepción liberal de “defensa del consumidor” que conoció su apogeo en los 90’ e inició su franca decadencia con el recambio de modelo económico.
Por eso es ineludible la intervención del Estado y la Sociedad en la atención de las necesidades sociales. Porque los desequilibrios que provoca la economía capitalista, con sus mercados de acceso restringido, sólo pueden balancearse con la participación de una economía social eficiente y cooperativa, compitiendo con las fuerzas del mercado y con una decidida participación del Estado.
Vivimos en una realidad global donde lo único permanente es el cambio. Robert Reich en su libro “El trabajo de las naciones”, plantea algunos ejes de la época que nos toca vivir. Un planteo ya presente en el título, variante del texto fundacional de la economía política, “La riqueza de las naciones”, de Adam Smith. El planteo es simple: hoy, con la desterritorialización de la economía –inherente al proceso de globalización mercantil–, la única riqueza propiamente nacional de un país consiste en las capacidades productivas, individuales y colectivas, de su población. Punto.
Para construir un mercado interno a la medida de las necesidades sociales y de su demanda creciente, el camino no es negar el mercado sino de organizarse para participar en él con más chance de no ser los que siempre llevan las de perder. El Estado, de acuerdo con la imagen del proverbio chino: pescando, distribuyendo el pescado y enseñando a pescar. La sociedad, con más y mejor organización social, con alianzas estratégicas entre sectores en el sentido del bien común, con compromiso efectivo y responsabilidad social. Por ejemplo, con una red de asociaciones vecinales de consumidores, articuladas a nivel provincial y nacional. Para que participen en las negociaciones en las diversas instancias del mercado, con el recurso de convocar a huelgas de consumo, para los productos cuyos precios muestren comportamientos irracionales. Un recurso que las asociaciones existentes parecen haber descubierto con el llamado boicot al tomate, pero cuya improvisación y la precariedad de su convocatoria, plantean el riesgo de instalarlo en la opinión pública como una reacción espasmódica más sin consecuencias perdurables, con el consiguiente descrédito que le traería aparejado.
2. Oposición a la recuperación.
Mientras tanto, en la realidad virtual de la comunicación masiva, la oposición al Proyecto Nacional de Recuperación, continúa a la deriva oscilando entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. En gran medida, a fuerza de negar el naufragio del que nos estamos recuperando, del que estamos saliendo a flote. Por el hecho de pretender actuar como si nada hubiera sucedido. Como si los problemas que aquejan al cuerpo social fueran responsabilidad absoluta de la actual gestión presidencial. Apelando a la eterna tentación argentina del chivo expiatorio. Un chivo expiatorio que durante aquel cuarto de siglo fue el Estado nacional. Lo que brindó el consenso social suficiente para su desmantelamiento sistemático. Hasta que se hundió con la mayor parte de la población adentro. En la cancha marcada por la comunicación masiva, el Estado nacional sigue siendo considerado el chivo expiatorio y como tal no se le concede prácticamente ningún margen de error.
Hoy, en la Argentina virtual de la opinión pública, sus corifeos se rasgan las vestiduras por las peripecias entre melodramáticas y cómicas de una oposición que desdeñando a un sector del público y a los dueños del teatro no logra ponerse de acuerdo en la obra que están llamados a representar para los distraídos a los que puedan embaucar. Hoy el sector dominante de la opinión pública demanda la unidad de la oposición en el mundo real, porque necesita materializarse de algún modo, porque se sabe virtual, frente al consenso en torno de la gestión presidencial que persiste en el mundo real. Y que responde, precisamente, a cuestiones del mundo real.
El candidato descartable conducido por el radicalismo, Roberto Lavagna, (que cada vez se parece más a De la Rúa, en más de un sentido), realizó un llamamiento a que la población descrea de todas las encuestas, invitando a una ceremonia colectiva de tapar el cielo con las manos.
López Murphy experimentó su propio desencuentro con la fe. Lo que no pudo ser con Carrió superó ampliamente el interés que había despertado su sainete de candidato no reconocido de Macri. El admirable estoicismo de López Murphy lo convierte en uno de los personajes más entretenidos del reality montado por la derecha, lo que equilibra imaginariamente la magra intención de voto que concita, tanto para Presidente, como para diputado nacional. Noticias de último momento parecen confirmar que también encabezaría una lista para concejales de algún municipio de la provincia de Buenos Aires. E iría segundo en una de consejeros escolares.
Por el contrario, escenas de hondo dramatismo religioso signaron las más recientes apariciones, -literalmente, apariciones- de la candidata del conservadurismo, Elisa Carrió. Los recursos para llamar la atención se le agotan, también, dramáticamente.
Éramos pocos y apareció Alberto Rodríguez Sáa, el hermano pintor, a disputarle el espacio místico a Carrió, pero en su variante esotérica. Y encima de todo, aparece Duhalde, con actitud de “guarda que vengo”, prometiendo hacer el cuco después de las elecciones. Basta. Es hora de apagar la televisión.
3. El pasado presente.
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
Pizarnik
que partió de mí un barco llevándome
Pizarnik
Hubo, en este lugar, otro país. Otra Argentina. Ese país fue mutilado, su Estado nacional fue desmantelado. Sometido a un proceso de vaciamiento y destrucción que duró un cuarto de siglo. Durante el cual se sucedieron una serie de transformaciones contra los intereses mayoritarios de nuestro país. En ese período se desvirtuó la naturaleza del Estado, poniéndolo en contra de la población, minimizando los derechos de los ciudadanos frente al avance del mercado mundial que se apropió de la vida cotidiana de las poblaciones, en un proceso de globalización compulsiva. En ese transcurso, la calidad de vida de sus mayorías fue violentamente disminuida hasta sumergirla por debajo de la línea de pobreza.
Hubo otro país. Esa Argentina que falta. Esa parte de nosotros que no está y cuya ausencia se hace sentir marcando el camino de las necesarias recuperaciones. Sobre la base de la memoria histórica para desandar efectivamente el camino que desembocó en el infierno del que vamos saliendo. En este sentido, es fundamental que la sociedad se recupere a sí misma, en el marco de la reconstrucción de su democracia y el estado de derecho, como base de la recuperación plena de sus instituciones, tanto políticas como económicas.
Sartre decía que la libertad consiste en lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Con la actual gestión presidencial se recuperó la función del Estado democrático. Hoy contamos con un Estado nacional que se alinea con las mayorías, que defiende sus intereses, que asume su representación y el liderazgo de la reconstrucción. Hoy los argentinos estamos llamados a ser protagonistas activos del cambio, a bajarnos del carro que nos está sacando del infierno y sumar el esfuerzo ciudadano al esfuerzo de un Estado todavía en construcción. La cuestión es cómo y con qué herramientas, uno de los tantos debates necesarios que nos estamos debiendo.
(Publicado en la revista Actitud nro. 20, octubre de 2007)
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